sábado, 5 de enero de 2013

J. R. R. Tolkien: El maestro

De todos es conocido mi admiración por las obras de Tolkien. Tal es así que me he ganado en muchas ocasiones el apelativo de "friki" por ello. La verdad, me ha importado más bien nada. Mi admiración va mucho más allá de la mera "locura" por tratar con elfos, enanos o hobbits, de conocerme los nombres de las espadas más famosas y su significado o de que mi obra favorita sea El Silmarillion, ésa que casi nadie que no sea un poco "friki" puede tragar.



Ayer fui a ver El Hobbit, un cuento para niños (para sus hijos en realidad) que le descubrió como escritor. Salí bastante contento. Sí, se han inventado cosas y, probablemente, era innecesario hacer una trilogía. Pero allí estaba el relato del maestro Tolkien, más fiel al libro cuando la historia se centraba en él y no en las invenciones de Jackson y su equipo. El duelo de acertijos entre unos excelentes Gollum y Bilbo ha quedado grabado en mi memoria.

Yo soy de ésos que se sienten orgullosos de haber descubierto a Tolkien antes del boom de las películas. Si me llaman "friki", que sea con razón, ¿no? La cuestión es que muchos de los nuevos lectores que trajeron las películas me dicen siempre lo mismo sobre el maestro: las descripciones son eternas y demasiado minuciosas, el ritmo de la narración es muy lento, etc. Y yo voy a proclamar aquí mi gran verdad: tienen razón.

Las películas tienen (casi siempre) un alto ritmo narrativo. Tienen que mantenerlo para atrapar al espectador. Efectos visuales espectaculares, batallas épicas digitalizadas, localizaciones casi perfectas... Luego, estos espectadores acuden a los libros y se encuentran que Tolkien describió todo tan minuciosamente que les parece lento. No se lo da todo hecho. Hay que trabajar la imaginación. Obviamente, no es un fotograma. Entiendo que haya gente a la que le parezca aburrido leer a Tolkien.

Yo soy hijo de la imaginación. Leí los libros teniendo que imaginármelo todo, con imágenes claras debido a la gran cantidad de detalles que Tolkien nos dejó en sus relatos. Los mundos creados por Tolkien me fascinaban y yo no podía parar de leer una página tras otra para saber qué ocurría con Frodo, Aragorn, Gimli (mi personaje favorito de la compañía) o Gandalf. Tolkien nos lo dio todo. Nos lo contó todo. A nosotros sí nos lo dio todo hecho. Nosotros sólo teníamos que imaginar.

Cuando me dicen todas esas cosas de Tolkien, les doy la razón. Acepto que Tolkien puede no ser el mejor contador de historias del mundo. Pero hay una cosa que sí tengo que clara y que jamás aceptaría que nadie contradijera.

Tolkien fue y es, hasta el momento (y no creo que nadie le vaya a quitar ese honor en mucho tiempo) el mejor creador de historias del mundo. Es por eso que le estaré siempre tan agradecido. Es una de las razones más poderosas por las que escribo, por las que leo y por las que tengo interés por los detalles, por el pasado, por las razones y por las consecuencias, por la que ir más allá. "No es oro todo lo que reluce ni toda la gente errante anda perdida", que escribió el gran maestro.

Sé que puede parecer una tontería, pero quise que él tuviera una agradecimiento en mi novela. Es poca cosa, insignificante diría yo pero no podía hacer menos.


¡Gracias, maestro!

1 comentario:

  1. Yo soy como tú. La primera vez que leí El señor de los Anillos tenía 12 años. Siempre me ha gustado Tolkien, y si bien es cierto que su narrativa puede ser algo lenta, creo que hay que tener en cuenta la época en la que escribió. Es como si te lees el Poema del mio Cid o El Quijote. La forma de escribir, las palabras usadas, cambian con los tiempos. Y lo que hace que un autor sea genial, es precisamente que a pesar del paso del tiempo, sus obras sigan siendo apasionantes. Y para mi Tolkien lo es.

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